El actual mandatario de Brasil es muy cercano al pastor Silas Malafaia, líder religioso de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, con quien incluso viajó al entierro de la reina Isabel II. Un viaje muy criticado tanto en Brasil como en Reino Unido por hacer campaña electoral en medio de un velorio. Sin embargo, esta alianza entre religión y política, que hace cuatro años llevó a Bolsonaro al poder, parece estar en entredicho por causa del voto de las mujeres y de los más jóvenes.
La campaña de Lula es consciente de esta brecha. Sabe que el 54% de las mujeres rechazan a Bolsonaro. Por esta razón, ha intensificado sus esfuerzos para llegar a 23 millones de mujeres negras y pobres, que se profesan evangélicas, pero están insatisfechas con el trato que Bolsonaro ofrece a las mujeres y con su agresiva política sobre las armas.
A principios de este mes, Lula y su fórmula vicepresidencial Geraldo Alckmin participaron en un acto con evangélicos en São Gonçalo, en la periferia de Río de Janeiro. Entre los fieles estaba Jaqueline Cardoso da Silva, una profesora de primaria que es evangélica. En 2018 votó a Bolsonaro, pero este año dará su preferencia a Lula.
“Yo creo que si vuelve Lula, va a hacer mejoras en el área de la educación. Va a ayudar a los pobres, principalmente en la periferia de Río de Janeiro, donde yo vivo, y va a generar empleos”, asegura.
Una campaña de noticias falsas acusó a Lula de querer cerrar las iglesias evangélicas en caso de victoria. El candidato de izquierda a la Presidencia lucha por demostrar lo contrario. “Nunca hubo en la historia de Brasil un presidente que trató la religión y las iglesias con la democracia con la que yo cuidé este país”, dijo con vehemencia durante su campaña electoral.
El peso del voto joven
El voto joven también es crucial para el Partido de los Trabajadores de Lula. Este año por primera vez acudirán a las urnas 2,1 millones de jóvenes de 16 y 17 años. Aunque su voto no es obligatorio, representa un porcentaje significativo en unas elecciones cada vez más apretadas, en las que Lula intenta desesperadamente ganar en la primera vuelta. Sería algo inédito en la joven democracia brasileña.
Lula cuenta con el 52% de las preferencias de los jóvenes, según los sondeos. Por esta razón, Rayanne Puerta Alves dos Santos, estudiante de 17 años, quiso salir a dar su apoyo a Bolsonaro el 7 de septiembre, durante las celebraciones del bicentenario de la independencia de Brasil.
“Cuando me enteré de que podía sacar mi título de electora, le dije a mi padre que quería hacerlo. Aunque yo represente solo el 1% de la población, es muy importante”, dijo esta joven, que participó junto a su padre y a su hermano menor en el acto multitudinario en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro. “Ella tiene su propia opinión política. Yo no la influencié. Ella es de derecha”, destaca Raúl César Alves dos Santos, padre de Rayanne.
La abstención y el voto nulo y en blanco también jugarán un papel determinante. En 2018, unos 42 millones de brasileños, es decir, uno de cada tres electores, escogieron no pronunciarse en las urnas. Si este año deciden ir a votar, pueden cambiar el resultado electoral.
La corrupción ligada a la investigación Lava Jato fue una de las razones principales de la decepción de los brasileños con su clase política.
“La alta competitividad de este pleito está haciendo que las personas se envuelvan directamente con las dos candidaturas, un fenómeno que no se ve desde hace mucho tiempo. Esto me lleva a pensar que el fenómeno de la abstención vaya a caer este año”, estima Márcia Ribeiro Dias, politóloga y profesora de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UniRio). Esta analista cree que una mayor participación política puede beneficiar a la izquierda.
FRANCE24